CRÓNICA CONCIERTO DE DOVER EN MADRID

Decía un compañero periodista en Twitter que lo de Dover tocando el Devil came to me en diretco era como el portero que sube a rematar el córner en el minuto 90. Por lo que tiene de último recurso ante el olvido al que les ha amenazado con arrinconar el extrañamiento de sus raíces, encarnado en ese disco africano-electrónico que les dejó totalmente irreconocibles. 

 

Después de ver el primero de sus dos conciertos en Madrid, creo que la metáfora futbolística adecuada sería más bien como el entrenador que saca a jugar al viejo ídolo de la afición, querido por todos, para provocar una reacción de euforia en las gradas. Incluso la sala elegida, El Sol, supuso una vuelta a los orígenes del grupo madrileño, que se encontró a fans totalmente entregados desde el principio. Unos seguidores, por cierto, entre los que había mayoría de treintañeros, pero no tan aplastante como se podía esperar: muchos de los que han descubierto a Dover ya en el siglo XXI también se engancharon al Devil.    

 

Para los que éramos adolescentes cuando se publicó Devil came to me en 1997, fue un disco importante. Podía gustarte más o menos, pero era hasta un poco emocionante ver cómo un grupo español totalmente independiente se iba haciendo cada mes más y más grande gracias a un disco sin concesiones, que sonaba como una apisonadora grunge. Después, pese a fichar por una multi, Dover insistieron en su rock monolítico... hasta el giro bailable de Follow the city lights (2006), que les dio una nueva vida comercial y quien sabe si cierta sensación de infalibilidad.

 

Ayer, Dover tocaron Devil intercalando piezas del anterior (Sister, 1995) y el posterior (Late at night, 1999), a tumba abierta y sin experimentos, con velocidad y contundencia. Ni ritmos bailables ni canciones en bambara. La guitarrista Amparo Llanos, la más habladora de las dos hermanas (como reconoció la propia Cristina), contó historias de la grabación de muchas de las canciones, y mostró una alegría contagiosa y hasta enternecedora. “Todo lo que nos ha pasado, bueno o malo, tenía que pasar para llegar a esta noche”, dijo hacia el final.

 

Entre temas posteriores como DJ Flashback, fueron sonando Rain of the times, Winter song o una avasalladora Push, hasta llegar a Serenade, con la que Cristina Llanos se decidió a hablar: “Siempre he sido menos expresiva que Amparo. Era con canciones como Serenade como pedía ayuda”, reveló la cantante.

 

Tras Judas llegaron los bises, rematados, como era de esperar, con el tema que daba título al disco, y Loli Jackson, un final arriba para la noche de afirmación que Dover necesitaban. La actuación se estaba grabando para editarse en audio y vídeo, probablemente a la vez que una versión aumentada del álbum. Será un punto de inflexión en la carrera del grupo.

 

Dudo de que en futuras grabaciones retomen directamente ese sonido, tampoco tendría mucho sentido, pero esta vuelta al pasado puede haber tenido un efecto vigorizante y, sobre todo, puede servir para recordarles a Dover lo que eran y son: un grupo de rock. Tercos y autosuficientes, los madrileños siempre han funcionado como un ente autónomo aislado del mundo exterior, lo cual está muy bien para mantener cierta integridad, pero al final puede resultar en una peligrosa falta de contacto con la realidad. Ayer Dover volvieron a tocar tierra y tuvieron la demostración palpable de que aún hay gente esperándoles. 

 

Fuente: Rollingstone.es

 

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